Me acabo de enterar por mi amiga Oihana, http://vidadespuesdeladroga.wordpress.com/
De que hoy es el día sin alcohol. Ayer o antesdeayer fue el día de la diabetes
y me imagino que cada día del año será el día de algo. L a verdad es que no
hago mucho caso a estos días, más bien ninguno y además, me imagino que por mi
espíritu de la contradicción, que aún no he conseguido dominar, tiendo a hacer
justamente lo que dicen que ese día no hay que hacer y así, en los tiempos en que
aún fumaba, recuerdo que el deleite fumando un cigarro era mayor que cualquier
otro día. Mi rebeldía.
Pero ya que hoy es ese día señalado, me apetece romper una
lanza por todos nosotros, los adictos, en activo o no. En mi caso al alcohol. Me
había dominado de tal manera que en ocasiones seguía bebiendo aunque mi cuerpo ya
lo rechazara. Me obligaba a beber. Episodios de enolismo, lo llaman ahora, que
queda más fino que alcoholismo.
Es natural que también la sociedad me rechazara, de tal
forma y manera que me iba quedando sin amigos, sin trato familiar y lo más
normal era andar vagabundeando de bar en bar. Este asunto de la soledad ha
pesado sobre mí como una losa hasta hace bien poco.
Por supuesto que no tenía ni idea de que en realidad estaba
enfermo y que tenía anulada mi voluntad. Así pues, el rechazo social me parecía
de lo más normal !si yo mismo me consideraba un vicioso¡ ¡Lo que llegué a
odiarme por ello¡
Cuando un buen día decidí que ya no podía caer más bajo y
que o ponía solución o me moría (sí, así es, iba camino de morirme en cualquier
esquina), empecé a entender y comprender mi condición. Entendí que estaba
enfermo, que yo, por mi sola voluntad, no podría curarme y que mi enfermedad no
era precisamente mi forma de beber con desmesura. Como es natural, este
conocimiento no me vino por inspiración divina; en un principio fue a la medicina
tradicional a la que recurrí, pero aparte del consabido antabús para que dejara
de beber no me daban otra solución.
Los días sin beber (o sea, sin drogarme) eran eternos y
estaba irascible todo el tiempo, sin un proyecto de vida satisfactorio hasta
que un buen día, después de mucha vergüenza, asistí por primera vez a una
reunión donde todos los presentes habían recorrido mis mismos pasos. Les conté
y me contaron, pero a ellos se les veía tranquilos y yo estaba tenso. Comencé a
acudir con regularidad a las reuniones que hacían, a seguir sus mismos pasos a
querer ser como ellos. Me dijeron que tuviera paciencia.
Pasaron unas semanas y ya no bebía lo cual me tenía
ilusionado y asombrado y un buen día me desapareció la obsesión por beber y
cuando me levantaba ya no tenía que obsesionarme por no beber. Este noviembre,
hace treinta años en que como Saulo de Tarso, caí del caballo y se me iluminó
la mente. Sigo asistiendo a aquellas reuniones donde me daba vergüenza que me
vieran entrar.
Pero tú ya estás curado, hay quien me dice, con la mejor
voluntad, supongo, pero es que no saben de la verdadera condición de mi
enfermedad. Yo ahora sé que mi enfermedad no consiste en beber alcohol de forma
descontrolada, de drogarme, en una palabra. Eso es como la fiebre en otra
enfermedad, lo que se ve. De la misma manera, mi enfermedad la llevo dentro y
no es de condición física; es mi forma defectuosa de concebir la vida, mi falta
de habilidades para controlar las emociones, mis miedos que siempre me han
acompañado, las frustraciones por mis metas inalcanzadas, mi falta de habilidad
social, el odio que iba acumulando hacia mí mismo, la vergüenza por actos que
no podía contar a nadie… Cuando bebía, todas estas sensaciones y carencias
desaparecían de tal forma que, un nivel de alcohol adecuado se convirtió en mi
estado natural. Y en contra de la opinión generalizada, se sufre mucho. Por eso
llevo tanto tiempo aprendiendo a manejar estas carencias.
No creo que la sociedad entienda muy bien todo esto. Quizá
ya no nos consideren tan viciosos y tengan más sentido de conmiseración hacia
nosotros los adictos. Cuando he dado charlas sobre el tema, siempre noto que el
público se centra más sobre los episodios morbosos y no en intentar comprender
bien la profundidad de este mal, cómo tratarnos, si es conveniente pasar por
alto todo lo que hacemos en activo o no, etc. Por eso es necesario que nos
expliquemos cuando sea procedente, sin miedo.
Hace tiempo que tengo controlada mi adicción, lo cual no
excluye que en cualquier momento pueda caer, pero hoy no. Los únicos problemas
que me ha causado fueron los que yo creaba bebiendo. Desde que no lo hago me
siento plenamente integrado en la sociedad; por supuesto que no tengo que
llevar un letrero diciendo que soy alcohólico y lo digo si quiero y a quien
quiero si lo creo conveniente. Ya perdí el miedo a la vida social y aunque sé
que hay personas un poco pesadas, tengo mis trucos para que no me insistan: en
una comida es tan sencillo como permitir que te llenen la copa de vino y
dejarla así hasta el final. Y de todas formas hay muchas personas que ni beben
ni fuman y de la misma manera que declino un cigarro lo hago con una copa, con
naturalidad. Además me ha ocurrido algo impensable, vivo placenteramente y
contento sin echar en falta la bebida y aunque ahora estoy jubilado he tenido
ocasión de realizar una vida de trabajo exitosa.
Como veis, me limito a contar los sitios por donde he
pasado. Quizá haya quien lea esto y le sirva, si es que lo necesita, y que se
de cuenta de que no somos apestados; quizá haya quien entienda un poco mejor
este sufrimiento de las adicciones.
Bueno, pues hoy es el día sin alcohol y no he bebido. Mañana…Dios
dirá.
Un día a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario