viernes, 27 de diciembre de 2013

Confesiones de un adicto (10): Un día a la vez. Dos sencillas herramientas para empezar



Yo había intentado dejar de consumir por todos los medios. Aún hoy, después de bastantes años alejado de mi adicción estoy seguro de que esos intentos eran auténticos. Puede que lo consiguiera alguna vez y por muy poco tiempo ya que esta maldita enfermedad me tendía la trampa del autoengaño, de tal forma que, si aguantaba sin beber de lunes a viernes ya mi cabeza empezaba a funcionar (mal) y me convencía de que podía dominarlo y además después del trabajo de toda una semana me merecía una copa, sólo una…bueno, por otra más no pasaba nada y el desastre se desataba.

Nunca se me ocurrió contar los fines de semana que terminaban siendo un auténtico desastre pero hay algo que me da una idea de su magnitud y es que todos los lunes tenía que llevar el coche al chapista. Aún no tengo claro cómo no llegué a tener un accidente grave, aunque recuerdo uno que pudo haberlo sido, pero lo dejaré para otra ocasión.

El caso es que sin tener la mente demasiado clara, más bien creo que nada clara, y aún no sé muy bien por qué, me puse en contacto con gentes que habían conseguido superar mis mismas circunstancias; quería saber cómo habían hecho lo que yo creía imposible: dejar de beber y además tener la cara sonriente y transmitiendo satisfacción. Recuerdo la ansiedad que sentía en cuanto estaba medio día sin beber y el esfuerzo que me suponía reprimirme y que invariablemente redundaba en un mal carácter.
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-          -Si piensas que la bebida te causa problemas, posiblemente estés enfermo y ésta enfermedad se llama     alcoholismo – me dijeron.

Me tenía un poco sin cuidado si estaba enfermo, yo lo que quería era dejar de crearme los problemas que arrastraba, y aquí vino lo interesante,
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 -          - Ésta enfermedad es incurable y que sepamos no hay tratamiento para ella.

Bueno, esto era un poco más serio.
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             - ¿O sea que no podré beber ya nunca?- La pregunta me saltó apenas sin darme cuenta.
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S           - Si quieres detenerla y vivir, no. Pero se puede conseguir.


Yo no tenía nada claro cómo no beber y estar contento ni siquiera concebía la vida sin la bebida. Para mí no tenía sentido. Entonces me comenzaron a explicar todo lo que a partir de ese momento me ha servido para controlar mi adicción.

Me explicaron que no debía preocuparme porque no pudiera beber nunca más. La cuestión era que no debía beber “hoy”; ayer ya pasó bien o mal y mañana…pues ya veremos, puede que ni vivamos.
En seguida me vino a la memoria el “carpe diem” de los romanos, vivir el momento, algo que yo nunca había hecho intentando olvidar lo que hice ayer y anticipándome al futuro, pero siempre fuera del momento presente. Y visto así, parecía más fácil: “malo será que no consiga estar sin beber un día”. Así pues, me puse manos a la obra.

Pasó un día, y el siguiente y dos semanas y estaba consiguiendo no beber con ésta primera y sencilla herramienta. Aprendí que si no tomaba la primera copa no tendría problemas con la última. ¡Qué cosa, lo inteligente que siempre me he considerado y nunca se me había ocurrido algo así!

Y de ésta forma, cuando la tentación apretaba, me decía “mañana tomaré”. Y me quedaba satisfecho sabiendo que mañana tomaría lo que fuera o tomaría la misma decisión de hoy. Sé que es una pirueta mental, pero me ha servido, más o menos conscientemente durante todo éste tiempo.

No voy a decir que sea fácil; la obsesión de consumir me duró un tiempo y seguía teniendo la compulsión de entrar a los bares. Recuerdo que me ponía hasta el cuello de café, aún no vivía bien pero tenía atisbos de lo que era eso y un buen día me di cuenta de que esa obsesión había dejado de perseguirme.

Ya apenas me planteaba estar el día de hoy sin beber, se había convertido en una costumbre y lo que sí tenía y tengo muy claro es que una primera copa desataría el infierno de nuevo y es a donde no quiero volver.
Ésta enfermedad de las adicciones, es más complicada que el mero hecho de dejar de consumir, pero es el primer paso que hay que dar antes de adentrarse en las facetas mentales y emocional que la rodean. Y a mí, para ello, me han servido estas dos sencillas herramientas: un día a la vez y abstenerme del primer consumo.

Si alguien que leyera esto conoce a quien necesite dar este paso, que lo anime, que los que con cualquier tipo de las terapias existentes estamos recuperados no nos asustamos de casi nada ni recriminamos a nadie. Hemos pasado por ello y hemos hecho lo mismo.

Tendré que ver si soy capaz de estar un día completo sin teléfono móvil…

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