viernes, 28 de febrero de 2014

Confesiones de un adicto: Hay una salida pero...



02-28-2014

Acabo de llegar a casa de mi reunión de terapia de los viernes. Sí, sigo asistiendo a mis reuniones aunque hace ya años que me abandonó la obsesión por la bebida pues tengo que seguir recuperando todos los años perdidos en mi crecimiento personal y eso lleva tiempo probablemente el mismo que esos años perdidos.

Hoy hemos recibido a un posible futuro compañero. Hay dos formas de llegar hasta nosotros: totalmente rendido a la evidencia de que no es posible dominar sólo la adicción y dispuesto a aceptar lo que haya que hacer para salir del agujero donde uno se encuentra o con una serie de prejuicios y reservas, a ver qué me dicen, qué gente es esa.

Ha sido de los segundos. En estos casos, la primera toma de contacto suele ser difícil. Naturalmente, no tenía problema alguno de adicción, bueno, de vez en cuando se había pasado con la bebida pero sin consecuencias. Ante estas afirmaciones no cabe más que pensar qué hace tratando de contactar con un lugar de recuperación de adicciones. Pero la experiencia tiene que servir para algo, evidentemente.

Seguimos la charla, yo le cuento parte de mi experiencia y poco a poco van apareciendo sus problemas: ya no es de vez en cuando sino a menudo que la bebida le da problemas. De hecho en estos momentos está de baja porque en su empresa le han dado un tiempo para que busque solución para ese problema que ellos ven que tiene. No recuerda muy bien lo que ocurrió para que tomaran esta decisión y..es cierto, muchas veces no recuerda lo que hizo la noche anterior y hasta se da el caso de haber olvidado los actos de un día entero. Y esto ya le preocupa.



Los lunes suelen ser heroicos, nos confiesa y no sabe cómo es capaz de aguantarlos en el trabajo. Además trabaja en un ordenador y cada vez le cuesta más concentrarse en los escritos. Y su mujer; es que no aguanta nada hasta tal punto que está pensando en divorciarse, lo que pasa que dónde va a ir a vivir.
Ha llegado la hora de contarle toda mi experiencia, cómo me ocurría lo mismo, los mismos lunes, las mismas lagunas mentales y además fugas geográficas y más y yo sí que terminé divorciado, tras diez años de recuperación, yo que pensaba que tenían que darme un premio.

Posiblemente tengas un problema con la bebida, le digo y paso a explicarle un poco la índole de esta enfermedad, cómo nos anula la voluntad ante una copa, cómo una vez se empieza a beber es imposible dejar hasta quedar rendido o hasta que una chispa de cordura hace que nos encaminemos a casa sufriendo por nuestra debilidad y por sus consecuencias.

Sufriendo. Qué decir del sufrimiento. Quienes piensan que se trata de una conducta viciosa y depravada (al principio quizá lo fue) debieran probar un poco de este sufrimiento que hace que cada vez con más frecuencia, según avanza la enfermedad haga crecer el deseo de morir. Yo he conocido varios suicidios ante la impotencia para ver una salida.

Parece que conectamos, que nos entendemos y llega el momento de decirle que si piensa que tiene problemas con la bebida no podrá volver a beber nunca salvo que esté dispuesto a caer en el mismo pozo del cual está dando los primeros pasos para salir. Parece sorprendido y deja de sonreír. Supongo que será la misma reacción que tuve yo: ¿cómo iba a vivir sin beber? Eso es imposible y ¿en qué ser aburrido me iba a convertir?

Me adelanto a sus objeciones y le explico lo que pensé pero que para nada es así. Y a la vista está, no creo que me considere un ser aburrido, una especie de asceta apartado de este mundo. Le digo que me encuentro totalmente integrado en la sociedad y que celebro mis fiestas y mis comidas y mis cenas pero sin beber alcohol, cosa que parece no importar a nadie.

Le vuelve una sonrisa, menos intensa que antes, aunque parece que conectamos. Charlamos un poco de cosas intrascendentes y se despide con la promesa de asistir a nuestra próxima reunión de terapia. Yo me quedo ilusionado por haber dado a conocer que hay una salida a esta enfermedad maldita y vergonzosa a día de hoy. Quizá peque de optimismo esperando verle en mi próxima reunión y es que es difícil aceptar que el alcohol te ha derrotado y que no puedes luchar contra él, que tienes que pedir ayuda para salir. Quizá peque de optimismo…

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