03-07-2014
Fue el desencadenante final. Lo que llaman tocar fondo
aunque llevaba tocándolo desde hacía tiempo. Fue decir “hasta aquí he llegado”.
Como todos los sábados fui al bar que tenía cerca de casa a
tomar una copa después de comer y como siempre fueron algunas más. Como siempre, mi cerebro comenzó a funcionar de
manera diferente y a fraguar ideas que me parecían brillantes de esas de “cómo
no se me ha ocurrido antes”. Siempre estaba pensando que tenía un mal trabajo y
que tenía que cambiarlo y aquel día se me ocurrió que me acercaría a casa de mi
padre y ya que le faltaba poco para jubilarse, seguro que me cedería el negocio
que dirigía. Hoy considero una suerte no haber llegado a mi destino.
Así pues cogí el coche y como siempre que tenía un punto de
alcohol me dirigí a toda velocidad hacia casa de mis padres en otra ciudad. Cuando
atravesaba una población un semáforo se puso en color ámbar a cierta distancia
pero calculé que me daba tiempo de pasar, sin embargo, el coche que iba delante
frenó con lo cual le embestí por detrás.
Intervino la policía municipal y la prueba de alcoholemia
fue inevitable de tal forma que me retuvieron el permiso de conducir y el
coche. No sé si fui con ellos o me desplacé por otros medios, el caso es que
aparecí en comisaría. Supongo que para entonces ya me había hecho efecto el
alcohol que había ingerido. En lugar de intentar razonar de alguna manera lo
único que hice fue amenazar con denunciarles por abuso de autoridad y todos los
abusos que se me venían a la mente. Eran mi orgullo y prepotencia desbocados.
Para entonces ya había anochecido. Salí de las dependencias
y bar tras bar me dirigí a los juzgados para poner la denuncia. Tuvieron que
levantar al juez de guardia que me preguntó
si estaba seguro de lo que quería hacer y le dije que sí. No sé qué fue
de esta denuncia, seguramente se archivaría. De vuelta a no sé dónde, me
encontré en una cafetería a alguien de mi misma condición o eso he pensado
siempre. Le dije que nos haríamos pasar por primos y que como me habían
retirado el permiso de conducir se hiciera cargo él de retirar el coche. Y así
lo hicimos; de todas formas hoy es el día que no consigo recordar si le ocurría
algo al coche ya que no pude volver esa noche a casa.
saliendo de la copa-foto:
Pasé la noche en una pensión no demasiado recomendable y al
día siguiente me levanté temprano. Recuerdo que salí a la calle en manga corta
y que una mujer me decía que me abrigara más que estábamos bajo cero. No le
hice mucho caso, solamente tenía la cabeza para darle vueltas a lo poco que
recordaba del día anterior y a cómo volvería a casa. La vergüenza que sentía era tal que no deseaba más que
desaparecer por algún medio.
Algo tenía que hacer así que llamé a mi hermano que vino con
un cuñado y me llevaron a casa. Pero no terminaron ahí los acontecimientos.
Busqué dinero por toda la casa mientras escuchaba a mi mujer diciéndome que a
dónde pretendía ir. Terminé en un bar de alterne y aquella misma noche llamé al
gerente de mi empresa para decirle que me despedía y que me preparara la
cuenta. Insistí a pesar de que me decía que fuera a trabajar el lunes y que ya
hablaríamos.
Estos hechos me llevaron a buscar un modo de superar esta
adicción que me dominaba y que evidentemente yo no era capaz de controlar. Tuve
un juicio que lo afronté de la manera más digna posible ya en abstinencia y de
forma incomprensible salí sin cargos. Quizá fue un premio por haber comenzado
mi recuperación aunque no creo en el sistema de compensación.
Hace años ya de esto y he intentado plasmarlo lo mejor que
he podido pues son muchas las lagunas de aquellos dos días consecuencia del
alcohol que me iba degradando el cerebro. Cuando de vez en cuando pienso en
todo esto hace que tenga muy claro de qué forma alteraba mi conducta y mi forma
de pensar el alcohol y que si empezara de nuevo volvería a comportarme igual,
por eso no quiero ni pensar en esa posibilidad.
Al principio fue difícil dejar esta adicción pero hoy día
toda la obsesión por la bebida ha desaparecido y no paso malos ratos. Hoy llevo
una vida sin sobresaltos y aunque a veces me vienen estos recuerdos ya no me
hacen daño, me he reconciliado con ellos y los he asumido como parte de mí en
un tiempo pasado y que me han conducido a ser lo que ahora soy.
La verdad es que es increible como llegamos a dejarnos todo lo que somos, o podemos ser, en un bar cualquiera, delante de una copa de mal vino.
ResponderEliminarPero como tu bien dices, afortunadamente solo son recuerdos, de los cuales solo podemos sacar aprendizaje. Gracias por tu sinceridad. Das fuerza.