14-07-2014
Aunque no tengo los recuerdos muy claros, mi camino hacia la
recuperación fue titubeante. Con mucho recelo comencé a asistir a un centro
ambulatorio y no tanto porque deseara de dejar la bebida que tanto daño me
estaba haciendo como porque me veía empujado por mis superiores en mi trabajo y
temía perderlo.
Me hicieron un reconocimiento médico y detectaron carencias
vitamínicas de todo tipo de tal forma que me extendían recetas que después
tenía que ir a que las autorizada mi médico de la Seguridad Social. Me encontré
con médicos comprensivos que me animaron y con algún otro que me dijo que
estaba arto de que le fueran gentes como yo. Pero pasé la vergüenza. Entre las
recetas se encontraba el conocido “Antabús” y otra cosa que creo recordar que
se llamaba “Colme”.
Ahora, desde lejos en el tiempo, me doy cuenta de que no era
yo quien hacía las cosas sino que me las hacían: mi mujer vigilaba que tomara
todo lo que me recetaban, en el trabajo intentaban controlarme y no bebía más
por miedo a la reacción de lo que tomaba que por convicción propia. Empecé
tímidamente asistiendo a reuniones de terapia donde el terapeuta nos preguntaba
si habíamos bebido y naturalmente la respuesta era que no. Yo en aquel tiempo
aún pensaba que los demás no notaban cuando había bebido.
Creo que asistí durante unos tres meses y de nuevo la bebida
me enganchó llevándome a situaciones peores que antes si es que ello era
posible. Al final y cuando vi con claridad que terminaría en la indigencia y posiblemente
muerto en cualquier rincón tuve que buscar de nuevo una solución y ésta vez era
yo el que lo decidía.
Comencé a asistir a un grupo de terapia donde por primera
vez pude desahogarme sin sentir vergüenza y sin que nadie se escandalizara de
lo que decía y aquello me animó. Llevaba mucho tiempo escuchando a mi mujer que
dejara de beber aunque solo fuera por mí, familiares que me recriminaban mi
actitud (todos sabemos cómo se comporta un adicto cuando bebe), amigos me
decían que bebía demasiado. Terminaba enfadándome con todos pero en lo más
profundo sentía que no me entendían, que no se daban cuenta de que era incapaz
de dejar de beber aunque lo hubiera prometido un momento antes y sobre todo no
se daban cuenta del tremendo sufrimiento que sentía.
fotografía publicada en Twitter
Pero en este grupo me entendían y me dijeron que todos ellos
habían pasado por lo mismo. Así que no era el bicho raro que yo me pensaba. No
era el único. Y me ocurrió algo importante; por primera vez tenía que decidir
por mí, tenía que decir si era consciente de mi adicción, si de verdad quería
recuperarme de ella y tuve que decidir si estaba dispuesto a hacer lo necesario
para tener éxito.
Comencé a no beber tal como me dijeron, un día a la vez y de
pronto me quedé sorprendido pues llevaba tres semanas sin beber y
razonablemente satisfecho sin el mal carácter que se me ponía cuando alguna vez
lo había intentado por mi cuenta. Se me fue despejando la mente y poco a poco
fui viendo la labor ingente que se me presentaba. En un primer momento tuve que
dejar una serie de rutinas, de amistades y de ambiente que me recordaran mis
tiempos de bebedor activo.
Me ocurrieron anécdotas que hoy me hacen reír pero que
entonces me angustiaban como cuando me tocaba comer fuera y no sabía qué pedir
para beber hasta que me di cuenta de la cantidad de gente que come con agua.
Qué descanso!! Y bebía café, muchos cafés americanos que eran el sustituto al
alcohol; ahora ya no, eso también pasó.
Mientras tanto me fui cerciorando de que tenía que cambiarme
para cambiar mi vida y empecé a escuchar palabras que si no tenía olvidadas me
sonaban cursis: honradez, humildad, sinceridad, serenidad, etc. Durante un
tiempo intenté resistirme pero me fui dando cuenta que todo esto produce
efectos saludables y una satisfacción hasta entonces desconocida para mí y me
fue empezando a gustar ese plan de vida que no necesitaba del alcohol para
calmar mis frustraciones y disgustos.
Y en ello estoy. Sería muy largo explicar todos los aspectos
de mi personalidad en los que debo trabajar así que intentaré hacerlo poco a
poco en próximas entregas (como si se tratara de una novela por entregas). Hoy
hago cosas impensables que me crean satisfacción como hacer algo por lo demás
de manera graciosa, sin esperar algo a
cambio, por el mero placer de hacerlo. Y espero seguir en este camino.
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