03-21-2014
Por fin me he decidido. Me he dado cuenta de que no puedo,
no quiero seguir así. Es demasiado sufrimiento, tanto que en muchas ocasiones
deseo morirme. Hay adictos que tienen el suficiente valor o la suficiente
desesperación para suicidarse, yo no y cada día empieza irremisiblemente y yo
tengo que arrastrarme durante todo el tiempo que dura en el trabajo, que no me
satisface, en mi casa donde, a pesar de contar con todo lo que se supone tiene
que haber en una casa, no me encuentro a gusto, donde he perdido la capacidad
de comunicarme con mi mujer, con mis hijos. Mi salida es la barra del bar, de
nuevo.
Supongo que no soy muy consciente del paso que voy a dar ya
que para darlo he tenido que ponerme a tono con el alcohol. Busco excusas de
todo tipo como a quién me voy a encontrar, que pensarán si me ven entrando ahí,
quizá yo pueda solo. Me armo de valor y entro. Ahora puedo decir que es la
mejor decisión de mi vida.
Yo nunca pensé que podría dejar de beber con lo cual son
pocas mis esperanzas y me encuentro alicaído. Escucho, todo me parece muy
bonito pero no sé si es aplicable a mi persona. Intento hacer algo de lo que me
dicen aunque sea con desgana y de pronto me doy cuenta de que han pasado tres
semanas y no he bebido alcohol. Me ilusiono y quiero aprender más, de mi
enfermedad y de mí, empiezo a poner nombre a cosas que me ocurren, a emociones
desconocidas, a sentimientos como ese dolor interior que no sé dónde radica y
que no se calma tomando una aspirina. Empiezo a entender que mi enfermedad
tiene muchas facetas y entre otras cosas afecta a mi alma, a mi espíritu o como
queráis llamarlo.
Tengo que recomponer todo eso pero mientras tanto tengo que
vivir, tengo que trabajar, ir al banco, hacer gestiones, todo lo que la gente
hace. Tengo compromisos de comidas, cenas y demás y me angustia tener que decir
que no bebo ¡qué van a pensar¡ La tentación llega como no podía ser de otro
modo “por un vaso de vino o una copa no va a pasar nada ya que he tomado una
decisión y tengo la suficiente fuerza de voluntad para mantenerla…” Paso las
primeras pruebas sin beber y ante mi asombro veo que a nadie le importa
demasiado si bebo o no de la misma forma que nadie me insiste para que fume.
Sé que no puedo tomar esa primera copa que me llevaba
irremediablemente a la locura y que no puedo tener confianza alguna en lo que
se refiere al alcohol. A veces me tientan esas cervezas espumeantes en el calor
del verano o un buen coñac tras una buena comida pero digo para mis adentros “mañana
lo haré” y así, un día a la vez, voy avanzando, cada vez con más seguridad.
Puedo poner por escrito estos recuerdos porque ya no me causan daño alguno
porque la obsesión de beber a desaparecido aunque soy consciente de que nunca
podré permitirme un lujo de esos salvo que quiera volver a dónde estaba.
Desde que tomé la decisión de recuperarme he sido de lo más
competente en mi trabajo, he aprendido a desenvolverme en sociedad y me he dado
cuenta de que las mismas cosas que suceden al resto de la gente, pueden
sucederme a mí, buenas y malas. Yo como adicto a esta droga soy extremadamente
sensible, como suelo escuchar a compañeros en mis reuniones y tengo que
aprender a acepta r con serenidad todos esos sucesos pero por lo demás soy
exactamente igual que cualquier persona. No tengo necesidad de andar publicando
que soy un adicto, que estoy enfermo cosa que por otra parte no me importa.
Al principio tenía miedo de que se enteraran, ahora me da
exactamente igual y cuando a veces me invitan a dar una charla desde luego que
no salgo enmascarado. Me da lo mismo que piensen que soy un vicioso, que si
estoy enfermo es por mi culpa y que, como me decían en tiempos, no dejaba de
beber porque no quería. No voy a dejar que los demás organicen mi vida. Lo que
sí me importa es que mientras existan estas creencias será una enfermedad
oculta, una enfermedad de vergüenza, tabú y así ¿cómo nadie va a confesar su
adicción de la misma forma que uno dice que tiene la gripe? Salvo que sea
evidente, claro.
Cuando alguien me diga que necesita ayuda para superar esta
adicción o yo me dé cuenta de que está queriendo decirlo, no tendré
inconveniente alguno en decirle que no se preocupe, que yo también tengo esa
enfermedad, que entiendo su sufrimiento y lo que está sintiendo y si quiere le
contaré cómo he hecho yo.
Veo que hoy me han salido un poco desparramadas las ideas.
Quería hablar del vínculo especial que se crea entre los que hemos sufrido
tanto por una adicción pero otro día será a no ser que reciba algún comentario
que me diga ¡qué aburrido eres, tío¡
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