03-28-2014
Mucho se ha opinado, se opina y se opinará sobre si una
adicción puede ser catalogada como enfermedad o no con lo cual se quedaría en
un mero acto de vicio y degeneración de gentes sin voluntad sobre sus actos y
de condición depravada. En algún sitio he leído que dado que un adicto, por
ejemplo al alcohol, puede curarse por su propia fuerza de voluntad pues no es
una enfermedad sino una falta del ejercicio de esa fuerza de voluntad y además
sin necesidad de medicamentos.
No voy a entrar aquí en disquisiciones de este tipo. Yo sé
que tengo una adicción que casi me lleva al desastre total y que no he sido
capaz de superar más que con ayuda de reuniones de terapia y me creo con suerte
pues conozco a compañeros adictos que han tenido que ser ingresados y tratados
para sentar las bases de esa recuperación. Y sé que la adicción está ahí,
siempre, de forma crónica como lo está una diabetes que también con la voluntad
de una vida sana se puede controlar eficazmente.
Pero hoy quería comentar otro aspecto de esta afección que de normal
se me suele olvidar, siempre centrado en lo mal que lo pasé, en los destrozos
que causé y en cómo lo hago para conseguir una vida feliz y placentera. A diferencia de todos estos comportamiento que
no tengo problemas para comentar, el daño causado a mi entorno más inmediato, a
las personas más queridas debe estar almacenado en lo más profundo ya que raras
veces me da por pensar en ello siendo así que es lo más difícil de reparar y
algo que tengo la sospecha de que aún no he aceptado y por tanto no me he
podido perdonar.
Cuando comencé a recuperarme si en algo no pensaba era en
esto es más, debieran estar agradecidos al esfuerzo que estaba haciendo. Yo
veía feliz a mi mujer, creía que mis hijos no se habían enterado de muchas
cosas ya que eran pequeños y además estaba empezando a coger las riendas del
hogar lo que provocó más de un roce ya que hasta entonces no me había preocupado
de nada como no fuera de beber y dejarles solos más de una vez sin saber dónde
me encontraba.
foto alcohol doesn't cost much... |
El primer atisbo lo tuve cuando pregunté por uno de los
coches que una mañana de jolgorio había dejado subido a un árbol. La respuesta
fue a ver quién me pensaba que se
ocupaba de las cosas. Pero cuando se me quedó claro fue en una encerrona que me
prepararon. Teníamos que dar una charla sobre esta adicción y a los
organizadores se les ocurrió colocarme como orador junto a mi mujer como
coadicta. Habló primero mi mujer y dijo cosas que yo nunca le había escuchado,
qué pensaba cuando yo desaparecía durante días o cuando me presentaba en casa a
comer con varios amigos sin previo aviso. Contó como a veces llegó a pensar en
tirarse al tren ante su impotencia para que yo dejara de beber y concluyó que
estaba enferma de ansiedad y de desesperanza.
En un momento me pasó por la memoria las veces que me decía “aunque
sea hazlo por ti, deja de beber” y yo le contestaba que mañana y mañana volvía
igual a casa intentando cambiar la voz y mantener la mirada fija. Me acordé
cuando volvía a casa después de esos viajes a ninguna parte y cómo un día uno
de los hijos me dijo “papá, no te volverás a marchar?” Había estado malgastando
el dinero del hogar sin provecho ninguno. Se me presentó cómo, llevando ya un pequeño tiempo recuperándome
mi hijo mayor (cinco años, no creáis) vertió las botellas del vino que había
para los guisos. O sea ¡sí se habían dado cuenta de lo que ocurría! Las cenas
de Navidad sin mí pues me encontraba en
la cama después de una tarde de recorrer bares…
Fue como una película se que se me desplegara según iba
hablando. Me tocó el turno como orador y aún lo recuerdo avergonzado, no fui
capaz de decir cosa alguna, tal era el shock que me sobrevino. No me había
ocurrido antes ni me ha ocurrido después.
Como he dicho antes todos estos daños, que no son físicos,
no sé si algún día llegaré a repararlos plenamente y por ello tiendo a
guardarlos bien en el fondo del baúl pero sé que la única forma de recordarlos
sin que me causen daño es sacarlos de una vez, ponerme frente a ellos y
asumirlos. Lo único que puedo hacer es dar mucho cariño a mis dos hijos que ya
me han dado dos nietos maravillosos y a su madre tratarla lo mejor posible
aunque a veces se aprovecha ya que llevamos años divorciados (sí, también cuando
uno se recupera ocurren estas cosas).
A veces me han llegado llamadas de familiares angustiados
sobre qué hacer y veo todo el sufrimiento y la frustración que arrastran por no
saber qué hacer. Los desvío para que hablen con algún grupo, clínica o centro
de recuperación donde traten la coadicción. Cuando les digo que ellos están
enfermos también, se sorprenden pero son las secuelas de esta enfermedad
incomprensible, difícil, donde el paciente es el culpable de tenerla (curioso,
no?).
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