jueves, 24 de abril de 2014

Vivir con una adicción: Apuntes sobre mi personalidad adictiva.



25-04-2014

Vivir con un adicto al alcohol me imagino que no tienen que ser plato de gusto para nadie. Ver cómo se deteriora, lentamente al principio y rápidamente según pasa el tiempo tiene que ser deprimente. Y tiene que ser desesperante comprobar cómo hace caso omiso cuando le queremos hacer ver que  así no puede seguir, que deje de beber, aunque solamente sea por él. Una y otra vez nos dirá que él domina la situación y que no le ocurre nada que no les pase a los demás.

 La mentira continuada es uno de los rasgos más comunes de esta adicción. Se empieza engañando uno a sí mismo (yo tengo un doctorado en este asunto) y se termina intentando engañar a las demás. Cuando uno llega a casa consciente de que no domina bien la voz, que se traba al hablar, que la mirada se le extravía y que le apetece acostarse en lugar de cenar tiene que resultar patético intentar a la otra persona.

-¡Ya has estado bebiendo!

- Qué va. Una cerveza antes de llegar a casa.

Después se miente porque sí. Si viajo por asuntos del trabajo a Valencia y llamo a casa y digo que estoy en Barcelona. Una vez comenzada mi recuperación es de los defectos que más me costó eliminar. Mi tendencia a mentir era continua y además en asuntos que no tenían la menor importancia ni me afectaba en nada decir la verdad.

Durante mis continuados intentos de dejar la bebida o por lo menos beber con moderación (¿?) lo pasaba tremendamente mal. Tenía ya la obsesión por la bebida y el esfuerzo de voluntad que realizaba para no beber me creaba un estado de irritabilidad que terminaba agriándome el carácter y al final, como siempre, lo pagaban los más allegados. He tenido que aprender a dominar este estado y ahora es rara la vez que me enfado por algo pero me he dado cuenta de que hay otras formas de enfado con los demás como son la indiferencia, las muestras de desprecio, etc. que aún tengo que aprender a controlar. Tampoco me gusta enfadarme conmigo mismo aunque a veces lo hago. Y como escribía hace poco una amiga muy querida, tengo que convivir de continuo con esto.

 Hay otra característica que pienso que tiene que hacer insufrible la convivencia con este tipo de adicto y por lo que suelo escuchar es muy común. Es nuestro afán de perfeccionismo. Todo tenemos que hacerlo perfecto aunque no sea necesario, todo tiene que estar en su sitio y qué duda cabe de que en la vida las cosas no funcionan normalmente de esta manera. Esta característica me creaba sentido de frustración cuando estaba en activo de tal forma que terminaba con premiarme con un buen trago (el primero) si conseguía lo que quería y lo mismo pero por despecho si no lo lograba.

Hasta bastante después de comenzada mi recuperación duró esta característica. Yo trabajaba haciendo proyectos para instalaciones comerciales, pues bien, cuando terminaba las presentaciones y realizaba el renderizado había colocado todos los detalles aunque no se vieran. Naturalmente esto me suponía un gran esfuerzo innecesario. Poco a poco me tuve que ir acostumbrando a simplificar mi concepto del buen hacer. Ahora ya no trabajo pero creo que aún no he eliminado este complejo perfeccionista. Así que ¿quién es capaz de aguantar al lado de una persona que todo lo tiene que tener en su sitio, perfectamente orientado y colocado? Y mucho más si encima está en su nivel de alcohol con mucha más irritabilidad.

Uno quiere que la vida sea de una manera determinada pero la vida es como es y esto, en una mentalidad adictiva crea ansiedad, rebeldía, malestar, irritabilidad de nuevo y la solución a todo esto la ve, cómo no, en el consumo de alcohol. Una vez alcanzado un cierto nivel aparece otro mundo donde ocurren cosas satisfactorias, no como en la vida normal, y esto hace que se quiera alargar la sensación con más alcohol, llegando hasta donde se llega. Luego vendrá el arrepentimiento y la rabia y de nuevo comienza el círculo: mentiras, autoengaños, malos modos, frustración, bebida…

También tuve que aprender a manejarlo ya que no tiene mucho sentido dejar de beber, que es por donde se empieza la recuperación y continuar viviendo amargado por las emociones no controladas. He alcanzado un grado bastante alto de aceptación de lo que me depara la vida mejorándolo si puedo y siendo consciente de mis limitaciones. No puedo cambiar el mundo pero puedo intentar mejorarme yo y como resultado mi entorno.

Si os parece otro día seguiré desgranando estos rasgos adictivos que cuando menos se dieron en mi personalidad. Quiero deciros a los que sois adictos y a los que convivís que una vez cruzada la línea que separa al consumidor normal del adictivo ya se consume por necesidad independientemente de las veces que el adicto prometa que mañana no lo hará. Y os puedo decir que es una fuente de sufrimiento, para el adicto que se ve impotente y para quien convive con él, porque el adicto no es un monstruo, conoce lo que está bien y lo que está mal pero no puede evitar hacer lo que hace.

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