viernes, 9 de mayo de 2014

Vivir con una adicción: Por qué soy adicto.



09-05-2014

Con frecuencia escucho lamentarse en las terapias a compañeros por el hecho de ser adictos. Creo que cuando llegó el momento yo lo acepté con naturalidad de la misma manera que he aceptado una insuficiencia coronaria que me diagnosticaron. No estoy pensando todo el día en ello de la misma manera que no pienso de continuo que no puedo beber. Es imposible vivir obsesionado.

Sin embargo mi curiosidad me ha llevado en los últimos días a leer y escuchar una serie de artículos y charlas sobre el tema de las adicciones. He leído teorías curiosas cuando menos de por qué una adicción no es una enfermedad. En otras ocasiones me he enterado de forma más bien superficial de cómo funciona mi cerebro ante una adicción y digo así no porque los artículos sean tratados de forma ligera, sino porque muchos términos se me escapan.

Me he enterado de cómo el consumo produce dopamina, cómo parece ser que existe por ahí algún gen que predispone a la adicción y una cosa que me sonó bien como estrés social. Bueno, como en mi juventud se volvió a ponerse de moda Kierkegaard y su angustia vital, pues yo lo llamo así. Y creo que está bien esto de intentar enterarse del funcionamiento de esta característica de mi personalidad pero al final lo dejo para los estudiosos del tema pues no es que me sirva demasiado para recuperarme de mi adicción.

Yo tuve la desgracia, pues no tiene gracia tener cualquier enfermedad, de ser de ese ocho o diez por ciento que terminan adictos y pasé por todas las fases de rigor: el disfrute del consumo con los amigos, el momento en que me di cuenta de que bebía más que el resto, cuando me di cuenta de que ya era incapaz de parar y por fin cuando ya fue evidente que era incapaz de solucionarlo sin ayuda y además empecé a actuar de tal manera que iba en contra de mi integridad física, familiar, laboral, etc. Pero yo aún seguía empeñado en que era capaz de manejar la adicción.

Pero, ¿por qué actuaba de esa manera? Debo decir que desde el momento en que fui capaz de romper el círculo infernal de la adicción, han pasado aproximadamente treinta y un años, tiempo que he tenido que dedicar a estudiarme, a aprender a vivir sin consumir y además a vivir feliz, todo lo feliz que puede una persona ser dándose cuenta de que vive. No voy a entrar en la mayor o menor dificultad de este proceso.

En todo este tiempo de aprendizaje me he dado cuenta de que aunque exteriormente no se note, no soy como los demás. Soy un adicto ¿y en qué consiste esto? Pues en una serie de emociones que tengo en forma más marcada que mi entorno: soy extremadamente sensible, tiendo a depender de otros de forma exagerada, miedos irracionales que me hacen anticipar los hechos, sumamente susceptible, perfeccionista hasta la saciedad. Podría seguir. Bueno, pues todas estas características mezcladas con una pronunciada carencia de habilidades sociales hacían de mi vida un infierno. Desde casi mi infancia que yo recuerde.

Así que, cuando descubrí que el alcohol me desinhibía y parecía dotarme de habilidades, todo fue dejarme llevar. Al final se cerró el círculo; mi cerebro me pedía recompensa que me hiciera sentirme bien, después volvía de nuevo a la vida tal como era y volvía a querer refugiarme de nuevo en la adicción y cada vez era más pequeño ese círculo hasta que ya no existían tiempos intermedios. Mi cerebro pedía de continuo esa sensación de bienestar. Si quería vivir tenía que romper esa cadencia. Creo que no es necesario recalcar que las adicciones conducen a la muerte o a la locura. Yo me considero con suerte pues de todos esos años “solamente” me ha quedado dañado el sistema nervioso central lo que me obliga a tomar permanentemente una medicación.

De siempre he conocido rumores del licor sin alcohol, de medicamentos milagrosos, últimamente se habla de vacunas. Bien, pensemos por un momento que cuando estaba enganchado dejo de consumir ¿qué hago con eso que llamo mi angustia vital? ¿Cómo me iba a desenvolver en la vida con todas esas carencias que he mencionado? Sinceramente no veo otra solución que romper con el círculo del consumo, para mí lo más doloroso del proceso, y empezar a trabajarme para integrarme de nuevo en la sociedad y esto es apasionante, ver cómo se va creando un carácter fuerte y se aprende a manejar las emociones haciendo que uno se sienta bien sin consumir. Porque en tiempos, cuando me quería demostrar que podía manejar este asunto y dejaba el consumo por un tiempo, era tremendo lo mal que lo pasaba.

Pues aquí está el misterio, que se puede vivir bien sin consumir. Yo lo he conseguido. Y vale, soy adicto, como podía ser diabético o cojo o…como en mi caso, con insuficiencia coronaria (leve, no vayáis a pensar) pero en absoluto me quita el sueño. Tomo el medicamento prescrito y para mi adicción el medicamento es asistir a reuniones de terapia, ahora menos que antes, donde puedo preguntar cómo otros han solucionado asuntos de la vida o hablo de mi adicción en el momento actual o pasado o nos da por hablar de lo bien que nos encontramos, que no todo son amarguras.

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