23-05-2014
Cuando por primera vez se llega a un centro de recuperación
se hace desorientado por no saber muy bien de qué va a ir todo esto pero sobre
todo se llega con una gran carencia de afecto. Hasta ese momento todo han sido
recriminaciones, discusiones, consejos de vez en cuando y el consabido “no
consumas” como si eso fuera tan fácil.
Pero a quien no sabe lo que es vivir con una adicción no se
le puede recriminar estas actitudes. En todo caso se le puede pedir que se
informe un poco de qué va.
Cuando, roto el círculo y ya habiendo dejado de consumir se
empieza a organizar un poco la mente, nos vamos enterando de lo que tenemos que
hacer para mantenernos en abstinencia como cambiar de hábitos y si es necesario
de algunas amistades, ver si nos gusta cómo somos y cómo actuamos, recordar si
hemos ofendido gravemente a alguien y sobre todo no perder el contacto con
otros que lleven más tiempo en recuperación ni con el grupo de terapia.
Es normal que pasemos el síndrome de abstinencia con unas
ganas rabiosas de consumir y cuando se va apaciguando este deseo es normal
tener enormes altibajos en nuestro ánimo. Yo recuerdo que algún día iba a cenar
con otros compañeros y de pronto no me apetecía hablar, dejándolos preocupados
por si me habían molestado.
Como he dicho al principio y por lo que llevo oyendo durante
varios años, llegamos con una carencia prolongada de afecto y vemos de pronto
que hay personas que nos hablan con amabilidad y comprensión y esto
literalmente, nos engancha. No es malo cambiar nuestra dependencia al consumo
por esta del grupo de terapia pero tenemos que ver que estamos en una situación
muy desvalida aún, que somos muy influenciables y manipulables y que siempre,
en todo grupo de personas, hay alguien en quien nos fijamos más que en el resto
y que fácilmente podemos empezar a depender de esa persona. Y más si es del
sexo contrario. Al fin y al cabo somos hombres y mujeres.
Y como los adictos lo hacemos todo a lo grande, nos entregamos por
completo y empezamos a ver por los ojos
del otro (en la acepción neutra del latín) y hablamos por su boca y empezamos a
sufrir cuando nos separamos del otro y se nos empieza a hacer la vida
imposible. De acuerdo que todo puede reducirse a una serie de combinaciones
químicas pero se nos genera un dolor que no sabemos dónde localiza, el
estómago, el pecho, el cerebro y que no desaparece tomando un analgésico. Puedo
dar fe de que se pasa fatal.
Bien, pues esto sería una dependencia emocional, que también
se da en la gente “normal” pero que en nosotros está llevada al máximo. Pero también
podemos salir de nuestro grupo de terapia y dar con una amistad que nos
entiende mejor y que sin darnos cuenta nos va absorbiendo hasta crear una
relación no deseada. Aún estamos así de desvalidos. Si persistimos en la
recuperación veremos cómo nos vamos haciendo más conscientes de las cosas y se
nos va formando un carácter que la mayoría no teníamos y que nos permite
discernir mejor sobre estos asuntos.
Debemos darnos cuenta de que aparte de los defectos
reconocidos que tenemos que ir limando, como son la ira, la envidia, la gula,
la maledicencia, los malos tratos en fin, todo eso que siempre practicábamos y
que nos dejaba mal, tenemos una mente adictiva. Y lo que hacemos es ni más ni
menos que lo mismo que hacíamos con el consumo de nuestro producto de adicción.
Intentar activar los centros de recompensa de nuestro cerebro para sentirnos
mejor porque aún le falta mucho a nuestra vida para ser plena y llenarnos de
satisfacción. Pero llegará.
Yo tengo que llevar una vida lo suficientemente disciplinada
para no dejarme llevar por ninguna dependencia, que hay muchas, a las redes
sociales, al trabajo, a la comida, al juego, vamos que me puedo enganchar a
cualquiera pero creo que ya pasó hace tiempo lo de las dependencias emocionales.
He aprendido que las personas puede que no sean como yo
quiero, que una amistad se puede romper
fácilmente, que quien dice hoy una cosa puede decir la contraria mañana y que
los viejos (¡Que no, que se dice mayores!) también nos enamoramos aunque de
otra forma más calmada y además no necesitamos decirlo. Y el conocimiento y
convencimiento de todo ello crea un desapego que no desamor hacia los amigos
porque además he aprendido que se puede amar a un amigo.
Así pues creo, porque nunca se está seguro más que de los
impuestos y de la muerte, digo, creo que aunque perder una amistad siempre
genera en un sentimiento de pérdida que es como un luto, no me genera ese
malestar intenso ni me quita las ganas de vivir que en su día me generó la
pérdida de alguna dependencia emocional.
Estas cosas y más he ido aprendiendo durante mi recuperación
que ya dura unos años y que me hacen tener deseos de vivir con intensidad el
tiempo que Dios me de.
Tengo la sensación de no haberme expresado lo
suficientemente bien en este blog pero quería hablar de este tema que veo que
tanto hace sufrir.
Lo has expresado perfectamente, con el corazón. Grácias!
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