11 julio 2014
Peliagudo asunto este de las adicciones. Nos gustaría que
todos entendieran que no somos unos monstruos, ni unos degenerados pero cómo
pedirles eso sí, yo que soy un adicto consumía aún sabiendo que estaba
destrozándome junto a los seres que más quería. Y no quería hacerlo pero algo me
impulsaba a seguir y seguir para comenzar de nuevo la rueda de la culpa, el
miedo a lo que había hecho y a lo que haría y de nuevo a olvidar todo esto
bebiendo de nuevo. Parece ser que una vez se ha adentrado lo suficiente en la
adicción se realizan cambios en el cerebro de tal forma que una vez tomada la
primera consumición se activa el afán incontenible de seguir sin ver el final,
pero yo soy lego en estas ramas del saber y mis conocimientos se limitan a
informaciones más o menos dispersas de estudios que se publican en diversos
medios. Solamente cuento con mi experiencia.
Yo sigo yendo a reuniones de terapia todas las semanas, no
porque tenga miedo de volver a consumir que eso está ya muy lejos, aunque mi
adicción está ahí a la espera de la primera consumición para desatarse de nuevo.
Voy porque necesito hablar y escuchar a gente como yo que podemos contarnos
nuestras cuitas y nuestro progreso personal sin temor a que, en los tiempos que
vivimos, nos pongan una camisa de fuerza y nos encierren. Y a coger nuevos
ánimos para continuar con la labor de cambio personal como parte de mi terapia.
El último día coincidí con un compañero que lleva muy pocos meses
desde que decidió iniciar su recuperación y según nos contaba se sentía otro y
con suficientes motivos y alicientes para seguir. Pero había recaído y estaba
totalmente hundido y frustrado por haber roto esa continuidad en el no consumir
que a ninguno nos gustaría romper. Se veía fracasado y se culpaba de ello.
Nos contaba cómo su mujer se había echado a llorar, “otra
vez” “si dijiste que lo ibas a dejar”. Su cuñado fue más explícito y
directamente le mostró su desprecio, “eres un vicioso, un degenerado” “bebes
porque quieres” y todas estas cosas que se dicen. Yo, escuchándolo, me
remontaba a los balbucientes inicios de mi recuperación y aún antes cuando
prometía “desde mañana dejo de beber” y a la mañana siguiente me levantaba dos
horas antes de entrar a trabajar para empezar el día bebiendo. Y me insultaba y
me maldecía pero es que no podía ni sabía dejarlo.
Nos contó cosas que no había compartido antes, los coches
destrozados, las riñas en los bares, las noches sin dormir teniendo que ir al
día siguiente a trabajar. Y yo recordaba mis coches rotos, mis despilfarros del
dinero que era de mi familia, los lunes inacabables en el trabajo donde si no
me marchaba era por vergüenza, las discusiones en los bares sin saber por qué…
Por alguna razón, quizá por vergüenza, en la primera
entrevista que se le realiza a quien está interesado en iniciar una nueva vida,
éste tiende a minimizar sus problemas, aún le cuesta reconocer que es un adicto
a determinada droga y que sólo no puede dejarlo. Así lo recuerdo de este
compañero, pero había dado el primer paso aunque reacio a hacer partícipe de su
vida a gente que no conocía. Normal. Pero desesperado por su recaída, viéndose
de nuevo apartado de un estilo de vida que había alcanzado a vislumbrar
compartió con nosotros todo su sufrimiento, todos sus miedos todo lo que él creía
horrible durante la práctica de su adicción. Y seguía culpándose como diciendo “¿qué
voy a hacer ahora?”.
Pues nada. Comenzar de nuevo y dejar de castigarse ya que no
conduce a nada. Asumir los hechos y mirar hacia adelante. Fueron momentos de
catarsis y de confesión y debo suponer, aparte de que él lo dijo, que salió
descansado y presto a comenzar de nuevo. En cuanto a los demás, qué le vamos a
hacer, pensarán lo que quieran y seguro que tardarán un tiempo en lograr la
confianza.
Mientras yo pensaba que muy bien podía haber sido yo, que si
sigo asistiendo a reuniones y procuro servir de ayuda, es porque antes de la
recuperación tenía una serie de taras mentales o neuronales, como se dice ahora
y que ahora tengo otras aunque intento darles nombre: tendencia al
egocentrismo, afán desmedido de alabanza fácil, ciertamente egoísmo, habilidades
sociales no demasiado desarrolladas, falta de humildad…Para qué seguir. Todo
ello para que una frustración, un desengaño en cualquier convicción vital, un
cansancio por no llegar (¿a dónde?) me lleven de nuevo al consumo. No es que lo
vea cerca, ni que me tiente, ni que mi vida no sea satisfactoria, pero es una
posibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario