domingo, 21 de septiembre de 2014

Viviendo con una adicció: Para ti lectora anónima (y II)



20 septiembre 2014

Me había quedado la semana pasada en un momento de mi recuperación aún con altibajos personales y cambios de humor impredecibles y sin sentido. Cierto que la obsesión por el consumo la había superado no sin algún episodio jocoso (ahora) pero que en su momento me causó desazón.

Recién comenzada mi recuperación tenía que desplazarme a otra ciudad a realizar unos trabajos y naturalmente comía fuera de casa. Recuerdo que los primeros días pasaba grandes apuros pues no sabía qué pedir para beber ya que tenía la idea de que había que beber vino con las comidas. Un buen mirando a mi alrededor observé la cantidad de personas que bebían agua y se me hizo la luz. No desentonaba en absoluto bebiendo agua.

Bueno estas cosas iban sucediendo y aunque parezcan sin importancia yo iba tomando buena nota de ellas y aprendiendo que hay una variedad enorme de cosas que puedo hacer y beber sin la presencia de alcohol. Y todo ello pensando en el día presente. Se me ha quedado grabado lo de solo un día a la vez pues como dicen los ingleses ayer es historia, mañana una incógnita.

Y nos quedamos en la labor más larga, tanto que dura toda la vida y que es la de adquirir una nueva personalidad o mejor dicho una personalidad más refinada, serena y consecuente y para ello comencé por intentar dominar mis emociones hasta entonces desmedidas: la ira-el enfado, la tristeza continuada, el amor mal entendido, los miedos…en fin todas estas sensaciones interiores que hacen que nos sintamos mal a veces tanto como para buscar un remedio exterior (como el consumo de droga).

Me gustaría resaltar y lo diré en plural, que los adictos somos extremadamente sensibles, perfeccionistas, propensos a la frustración…y que estos sentimientos que al resto de personas afectan de una forma tangencial a nosotros puede causarnos horas si no días de desazón.

 Ya conocido esto estoy en la labor, recomponiendo un entorno social donde no tengo interés alguno en ser el centro pero soy capaz de ser educado, atento, de hablar consecuentemente y sabiendo escuchar y cuando aparecen los indicios de una discusión que puede degenerar en daños morales y enemistades sabiendo retirarse a tiempo. Tengo compañeros de recuperación que dicen que antes de llegar a eso prefieren no tener razón, vamos no tratar de imponer lo que uno piensa que es la verdad. Y de verdad que no pasa nada y por otro lado cuántas de estas discusiones me han llevado a decir al camarero…venga, ponme otra, todo lleno de furor.

Naturalmente que no siempre se consigue  y queda ese remordimiento de lo mal hecho. Yo al principio me cogía unos enfados tremendos conmigo mismo llegando a un límite peligroso de “no soy capaz” y qué mejor que volver a consumir para eliminar esta sensación. He aprendido a no castigarme y a tomar nota y pensar “a ver la próxima vez no me ocurre” y si tengo que disculparme con alguien hacerlo sin miedo..

Y ya alcanzada una cierta serenidad llegó el momento tan temido de poner mi vida pasada en orden. Tenía que reparar en lo posible todo tipo de daños morales, materiales, deudas pendientes…empezando con mi entorno más inmediato, por la familia. Y el resto poco a poco pero con una gran dosis de sentido común para no causar ni causarse daños innecesarios. Cuando con el tiempo se va realizando esta labor el sentimiento de liberación es gratificante. Saberse libre de salir a la calle sin temor, de coger el teléfono  sin pensar en quién nos llamará. Saberse libre de obligaciones perentorias porque hemos intentado cumplir con todas y si no hemos podido lo hemos dicho.

Es ardua la labor pero cada vez más fácil pues se adquiere la costumbre. Se adquiere la costumbre de no consumir y si alguna vez nos viene a la mente el deseo la costumbre de pensar en otra cosa de inmediato. Se adquieren costumbres de trato social, de amabilidad, de honradez y como se convierten en costumbre, cada vez nos cuesta menos y hace que nos sintamos bien.

Los que vivimos con una adicción pero recuperándonos no somos personas tristes, ni se nos ha olvidado ir a fiestas o salir con amigos. Pasa que ahora elegimos a nuestros amigos. No llevamos un letrero que diga que somos adictos; seguro que notan algo diferente por nuestra forma de comportarnos, por nuestra forma de hablar pero simplemente eso, notarán algo diferente, pero que atrae.

Y quiero decirte, lectora anónima, que no es un mal negocio emprender esta tarea. Solo quiero recordarte que el alcoholismo es para toda la vida, no se cura pero se detiene, que uno solo es prácticamente imposible que se recupere y que no hay que tener miedo, que no es una vergüenza ni una maldad ni se es una mala persona, simplemente se es UN ENFERMO ADICTO y se hacen cosas de enfermo.

He intentado condensar al máximo ya que de lo contrario sería muy extenso y no se si habré sabido expresarme del todo bien pero lo he intentado.
                                                                                                                             jesus

sábado, 13 de septiembre de 2014

Vivir con una adicción: Para ti lectora anónima (I)



13 septiembre 2014

Quiero dedicar el escrito de hoy a esa  lectora y comunicadora anónima que se dirigió a mí por e-mail- Antes de nada agradecer tu lectura y que te hayas animado a contar algo de tu experiencia a un desconocido.

Me cuentas que eres politoxicómana cosa frecuente hoy día. En mis tiempos casi la única droga conocida y asequible era el alcohol así que me enganché a lo que había. Me hablas de lo difícil que es vivir con una adicción. No te voy a decir que sea cosa fácil pero si puedo dar fe de que se puede vivir  muy bien una vez uno se acostumbra y sobre todo lo admite sin reservas como se puede admitir que se es cojo o diabético o con cualquier tipo de carencia.

Naturalmente no se nace adicto, quizá haya algún gen despistado por ahí que predisponga, pero no se es adicto de la tarde a la mañana, hay que cultivar esta enfermedad y más cuando, como en mi caso, tenía un desconocimiento total sobre los efectos de la adicción sobre la salud y el estado mental. Lo cierto es que yo recuerdo haber tenido una gran inadaptación social y unas escasas habilidades frente a los problemas de la vida pero descubrí que bebiendo cierta cantidad era capaz de superarlos y hasta me convertía en alguien brillante. Esa era la solución, me dije, hasta que la bebida se volvió incontrolable y terminé consumiéndola prácticamente a todas horas.

Había pasado la línea a partir de la cual me convertí en alcohólico y aunque aún no lo sabía, de por vida. Y con esto comenzó mi lucha primero por beber sin que me afectara y después por dejar de hacerlo. Fueron tiempos de luchas amargas, de culpas enormes, de desesperación, de ver impotente cómo yo mismo estaba destrozando mi entorno. Hasta que desistí y me dejé llevar por la adicción sin oponer más resistencia. Ya no tenía trabajo y estaba dilapidando mi patrimonio pero no podía evitarlo.

Alguien me habló de unos grupos de recuperación y no con muy buena disposición contacté con uno de ellos. Encontrar personas como yo pero que habían salido de esa esclavitud me causó impresión y vi algo que me atrajo. Mis comienzos fueron balbuceantes, con algún período de nuevo consumo hasta que poco a poco me fui afianzando. Aprendí varias cosas elementales: que sólo sin ayuda me sería imposible salir (esto ya lo había experimentado), que la enfermedad es para siempre de modo que cualquier forma de consumo me haría volver al principio, que todos mis males comenzaban con una copa que era la que desencadenaba todo el proceso y que si de verdad quería dejar de beber, ese era uno de los sitios donde podía hacerlo.
Ese fue el comienzo y haciendo uso de lo que me habían dicho comencé a preocuparme solamente del día de hoy, mañana era posible que consumiera o el año siguiente pero hoy no. Así fueron pasando día (llevo unos treinta años) sin consumir. Pero solamente era el principio. Por lo que veía, aquellas personas estaban alegres y hasta felices sin beber y sin embargo a mí se me había quedado un carácter osco. Yo preguntaba y me decían que tuviera paciencia y así lo hice aprendiendo cada día un poco.

Se me fue despejando la mente y poco a poco empecé a ser consciente de los peligros que me acechaban y a evitarlos o sortearlos. Ya iba pensando de forma coherente hasta que fui comprendiendo la magnitud de la labor que había comenzado. Me di cuenta de que tenía instintos y emociones que era incapaz de dominar ya que siempre habían campado a sus anchas, tenía miedos de todas las clases, miedo al presente al futuro, a muchas cosas.

Tuve que empezar a intentar dominar todo esto primero como si fuera una lucha encarnizada que me dejaba exhausto y frustrado. Después aprendí que esta no era manera, que había que hacerlo de una forma pausada, sin prisas, aceptando y aceptándome y como quiera que iba a tropezar en la misma piedra, no castigándome en exceso.

Mientras tanto iban transcurriendo los días sin consumir, un año, dos…Unos días eran mejores que otros pero me dijeron que eso le ocurre hasta a los que no son adictos. Por supuesto, cómo no se me había ocurrido. Y cada día me apetecía más alcanzar una vida serena (del latín serenus cielo sin nubes) y lo más feliz posible. Hoy estoy satisfecho de lo que logrado, ya no tengo ninguna compulsión por el consumo y soy libre de desenvolverme en cualquier ambiente sin miedo.

Pero tengo que continuar en la labor pues quiero vivir aún mejor si ello es posible. No termina todo el trabajo en lo que con la mayor brevedad que me ha sido posible he descrito más arriba y si te pare, lectora anónima, continuaré describiéndolo la semana próxima, si te apetece conocerlo.

Espero que esta mi experiencia haya podido servir. Hasta la semana próxima.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Vivir con una adicción: ¿Merece la pena?



05 septiembre 2014

Mala cosa es la pereza y después de unas largas vacaciones se hace duro empezar, cuesta pensar y en definitiva cuesta animarse a hacer las cosas, en este caso, a escribir.

Me ha dado tiempo de dedicar parte de mis días a pensar sobre este tema de las adicciones y en concreto sobre la adicción al alcohol que es la que conozco de primera mano He leído bastante sobre las nuevas investigaciones y he curioseado en páginas de clínicas y sistemas de recuperación y al final todos llegamos a conclusiones parecidas por caminos diferentes. Es esencial la voluntad del adicto acompañada o no de medicamentos, por lo que se sabe en solitario es prácticamente imposible recuperarse y en casi todos los casos se hace necesario un cambio de hábitos y de la actitud ante la vida, es necesario crearse un carácter.
Un trabajo de primer orden. Como en otros muchos aspectos de la vida la recuperación no se nos concede graciosamente y tras ella hay una labor de trabajo personal intensa. Claro está si uno no quiere solamente conseguir una abstinencia endeble y frágil luchando continuamente por no recaer. Pero si queremos dejarnos de luchas diarias, de miedos a las recaídas y queremos una vida plena y satisfactoria, sin miedos que la empañen, tendremos que afrontar este trabajo personal que es lento pero puedo dar fe de que merece la pena y lo más importante y que parece increíble es que la obsesión por la bebida que dominaba nuestras vidas, se esfuma, desaparece, casi sin darnos cuenta..

Hay otros aspectos sobre los que pasaré casi sin tocarlos pues no tengo la formación adecuada. Habrá quien necesite de ingreso para tratamiento médico o siquiátrico. Habrá quien haya llegado a un estado más avanzado de la enfermedad y tenga más dañado el cerebro y otras partes del cuerpo. Cada uno tendrá que verlo él mismo o consultarlo con los profesionales. Y aunque últimamente están apareciendo abundantes artículos de divulgación en este como en otros temas no creo conveniente que nadie base su recuperación en la lectura de estos artículos haciendo de médico de sí mismo. No va funcionar.

Está el asunto de los prejuicios. Hace años que a las adicciones se les considera una enfermedad que cuando se desarrolla no va a desaparecer sin un tratamiento. Mejor dicho, no se va a dejar de desarrollar pues por lo que sabe se trata de una enfermedad crónica, como la diabetes. Hay un gran número de personas que las siguen considerando un vicio y una depravación mirando con desprecio a los adictos. No tiene que importarnos esta opinión ni otras parecidas: yo soy el que quiero recuperarme y en este aspecto no debe importarme  lo que piensen los demás.

La adicción al alcohol es la enfermedad de la vergüenza: se acepta mejor cualquier otro tipo de drogadicción que el alcoholismo (la verdad es que suena mal) y si a los demás les cuesta aceptarlo nosotros no íbamos a ser menos. No queremos ser alcohólicos, pero es el primer paso que tenemos que dar. Hasta que no estemos convencidos no iniciaremos el recorrido de la recuperación.

Si nos ingresan en algún tipo de clínica, estaremos desaparecidos para el resto del mundo mientras se inicia la recuperación. Si no vemos necesario un internamiento y optamos por asistir a grupos de recuperación, lo haremos con sigilo no sea que algún conocido nos vea o asistiremos a un grupo bien lejos de nuestro domicilio. Y qué decir si alguien nos pregunta por qué no bebemos. Cómo explicárselo sin delatarnos. No es ni necesario ni conveniente andar contando por todas partes de nuestra adicción; habrá personas allegadas que lo sepan y otras que no y no tiene por qué cambiar esto.

Pero no es siempre así, llega un momento en que no nos importa lo que piensen los demás y por tanto será fácil decir a cualquiera que no consumismos sin necesidad de dar más explicaciones. Y así será en todos los aspectos de nuestra vida, iremos cogiendo peso, formando nuestro carácter, integrándonos en la sociedad, aprendiendo a elegir amigos y veremos cómo vamos siendo aceptados en círculos que antes no frecuentábamos.

Veremos cómo alrededor nuestro se empiezan a arreglar las cosas dentro la desconfianza que perdure durante un tiempo pues los que nos conocen no se creen lo que estamos haciendo. Pero todo se irá poniendo en su sitio. Tendremos que pagar la deuda que hemos dejado atrás, reparar daños  porque no quiero deciros que va a ser fácil pero insisto, merece la pena. Es el precio que hay que pagar para tener controlada esta enfermedad y para recoger los frutos.
Poder ir por la calle sin miedo de encontrarse a alguien, poder conducir sin temor, ser capaces de hacer una reclamación con sentido, recordar lo que hicimos la noche pasada, pasear con la familia y disfrutar de los niños, tener fortaleza para afrontar los reveses que la vida nos presenta, y salir más fuerte de ellos, sentirse satisfecho de sí mismo… ¿Pensáis que merece la pena?

viernes, 11 de julio de 2014

Vivir con una adicción: Ese asunto de las recaídas.



11 julio 2014

Peliagudo asunto este de las adicciones. Nos gustaría que todos entendieran que no somos unos monstruos, ni unos degenerados pero cómo pedirles eso sí, yo que soy un adicto consumía aún sabiendo que estaba destrozándome junto a los seres que más quería. Y no quería hacerlo pero algo me impulsaba a seguir y seguir para comenzar de nuevo la rueda de la culpa, el miedo a lo que había hecho y a lo que haría y de nuevo a olvidar todo esto bebiendo de nuevo. Parece ser que una vez se ha adentrado lo suficiente en la adicción se realizan cambios en el cerebro de tal forma que una vez tomada la primera consumición se activa el afán incontenible de seguir sin ver el final, pero yo soy lego en estas ramas del saber y mis conocimientos se limitan a informaciones más o menos dispersas de estudios que se publican en diversos medios. Solamente cuento con mi experiencia.

Yo sigo yendo a reuniones de terapia todas las semanas, no porque tenga miedo de volver a consumir que eso está ya muy lejos, aunque mi adicción está ahí a la espera de la primera consumición para desatarse de nuevo. Voy porque necesito hablar y escuchar a gente como yo que podemos contarnos nuestras cuitas y nuestro progreso personal sin temor a que, en los tiempos que vivimos, nos pongan una camisa de fuerza y nos encierren. Y a coger nuevos ánimos para continuar con la labor de cambio personal como parte de mi terapia.

El último día coincidí con un compañero que lleva muy pocos meses desde que decidió iniciar su recuperación y según nos contaba se sentía otro y con suficientes motivos y alicientes para seguir. Pero había recaído y estaba totalmente hundido y frustrado por haber roto esa continuidad en el no consumir que a ninguno nos gustaría romper. Se veía fracasado y se culpaba de ello.

Nos contaba cómo su mujer se había echado a llorar, “otra vez” “si dijiste que lo ibas a dejar”. Su cuñado fue más explícito y directamente le mostró su desprecio, “eres un vicioso, un degenerado” “bebes porque quieres” y todas estas cosas que se dicen. Yo, escuchándolo, me remontaba a los balbucientes inicios de mi recuperación y aún antes cuando prometía “desde mañana dejo de beber” y a la mañana siguiente me levantaba dos horas antes de entrar a trabajar para empezar el día bebiendo. Y me insultaba y me maldecía pero es que no podía ni sabía dejarlo.

Nos contó cosas que no había compartido antes, los coches destrozados, las riñas en los bares, las noches sin dormir teniendo que ir al día siguiente a trabajar. Y yo recordaba mis coches rotos, mis despilfarros del dinero que era de mi familia, los lunes inacabables en el trabajo donde si no me marchaba era por vergüenza, las discusiones en los bares sin saber por qué…

Por alguna razón, quizá por vergüenza, en la primera entrevista que se le realiza a quien está interesado en iniciar una nueva vida, éste tiende a minimizar sus problemas, aún le cuesta reconocer que es un adicto a determinada droga y que sólo no puede dejarlo. Así lo recuerdo de este compañero, pero había dado el primer paso aunque reacio a hacer partícipe de su vida a gente que no conocía. Normal. Pero desesperado por su recaída, viéndose de nuevo apartado de un estilo de vida que había alcanzado a vislumbrar compartió con nosotros todo su sufrimiento, todos sus miedos todo lo que él creía horrible durante la práctica de su adicción. Y seguía culpándose como diciendo “¿qué voy a hacer ahora?”.

Pues nada. Comenzar de nuevo y dejar de castigarse ya que no conduce a nada. Asumir los hechos y mirar hacia adelante. Fueron momentos de catarsis y de confesión y debo suponer, aparte de que él lo dijo, que salió descansado y presto a comenzar de nuevo. En cuanto a los demás, qué le vamos a hacer, pensarán lo que quieran y seguro que tardarán un tiempo en lograr la confianza.

Mientras yo pensaba que muy bien podía haber sido yo, que si sigo asistiendo a reuniones y procuro servir de ayuda, es porque antes de la recuperación tenía una serie de taras mentales o neuronales, como se dice ahora y que ahora tengo otras aunque intento darles nombre: tendencia al egocentrismo, afán desmedido de alabanza fácil, ciertamente egoísmo, habilidades sociales no demasiado desarrolladas, falta de humildad…Para qué seguir. Todo ello para que una frustración, un desengaño en cualquier convicción vital, un cansancio por no llegar (¿a dónde?) me lleven de nuevo al consumo. No es que lo vea cerca, ni que me tiente, ni que mi vida no sea satisfactoria, pero es una posibilidad.